lunes, 21 de marzo de 2005

Oir la otra versión


Ponéos en situación: Estáis en el trabajo, currando como animales levantando un tabique de ladrillos para terminar los nuevos smiales adosados (algunos se sentirían más identificados si digo que estoy escribiendo un programa de 100.000 líneas de código). Tenéis un jefe, y éste tiene un jefe que se llama Señó Arquitesto. Y revoloteando como un moscardón alrededor del Señó Arquitesto está el fotocopiador.

El fotocopiador no sabe de arquitectura, ni sabe poner ladrillos. Ni siquiera sabe vender (si dependiéramos de él para vender los smiales, estábamos todos en la calle). Por no saber, no sabe ni sacar fotocopias. No es su trabajo ni su vocación. Su vocación es crecer sin hacer nada. Suele ser de otro departamento, con lo que uno se pregunta qué diablos tiene que hacer por aquí. Es difícil describir qué hace él para ganarse la vida, pero se la gana de puta madre. Yo apenas les veo sacando fotocopias del plano de la casa (¿por qué hay que sacar fotocopias cada día del mismo plano?), y hablando continuamente con el arquitecto. Vamos a ver, si eres un inútil que no ha podido sacar la carrera y te has metido a fotocopiador, por mucho que hables con el arquitecto no se te va a "pegar" nada. Pero el arquitecto está contento con él. Le hace la pelota, le dora la píldora... a mí me pondría incómodo tener a alguien al lado diciéndome continuamente lo cojonudo que soy... sobre todo si es alguien que no tiene ni idea de en qué consiste mi trabajo.

El tabique de ladrillos se ha caído. Llega mi jefe, con aspecto nervioso, pero no dice nada. Observa los ladrillos en el suelo. Tanto él como yo sabemos lo que ha pasado. Que con ladrillos rotos sacados del antiguo edificio del viejo molino de Ted Arenas no se iba a sujetar bien, y que 100 gramos de cemento no bastan para levantar un muro de 20 metros de ancho y 3 de alto. Mi jefe no dice nada porque él sabía incluso antes que yo lo que iba a pasar, pero la realidad es que el muro se ha caído.

Y este es el momento en que aparecen unos folios recién fotocopiados sujetando a una personilla. Saca una trompeta. "Taráááá, tarááááá. El Señóóóó Arquitestooooo". Y entra el arquitecto. Acojona un poco, pero yo estoy tranquilo. Miro a mi jefe, y se ha hecho pipí en los pantalones. Ya no estoy tan tranquilo. El Señó Arquitesto pregunta qué ha pasado. Mi jefe no responde, y antes de poder reaccionar, el fotocopiador está contando una película que, incluso a mí, me suena extraña. Se supone que yo tendría que haber robado los ladrillos de otra obra que hay 2 kilómetros más abajo, carretilla en mano, para construir el muro. Y los ladrillos se sujetan solos, sin cemento, que había que ahorrar esos 100 gramos. Y no lo he hecho por vago, o algo así. No me enteré muy bien, porque el olor de mi jefe empezaba a despistarme. Entonces concluye con una frase del tipo: "Una buena estructura no necesita cemento. Tan sólo hace falta buena voluntad para que se sujete".

Y entonces, es cuando el Señó Arquitesto dice esa frase:

"Ya era hora de que alguien contara la otra versión".

Eeeeoooo. ¿Hay alguien en casa? ¡McFly! ¿Acaso me has escuchado a mí?

"¿Qué tiene que decir?", dice el Señó Arquitesto a mi jefe. A mí nadie me pregunta. Mi jefe no responde. Intento abrir la boca, pero el fotocopiador (alias Gríma) dice "¡No interrumpas al Señó Arquitesto!". "¿Interrumpir?", digo yo, "Pero si el Señó Arquitesto no estaba diciendo nada...". El Señó Arquitesto dice: "Ya lo he dicho todo".

Eeeeoooo. ¿Hay alguien en casa? ¡McFly! ¿Acaso has dicho algo? ¡Lo ha dicho todo Gríma!

Pero no puedo decir nada de todo eso, porque estoy solo. Cuando me deja de hervir la sangre en la cabeza y mis ojos vuelven a funcionar (digamos que había entrado en modo "berserker" y se me había embotado un poco la cabeza... lástima no tener la "pegada" del protagonista del Doom), el Señó Arquitesto, mi jefe y el fotocopiador se han ido. Más tarde encontraré una carta de mi jefe, diciendo que tengo que arreglar el muro en 24 horas. Ha pagado de su bolsillo dos sacos de cemento, pero no volverá a hablar conmigo. Posiblemente se busque otra obra, o tal vez un puesto de fotocopiador.

Acabo el muro en 26 horas (soy un vago, ¿qué le vamos a hacer?). Me descuentan de mi sueldo la mitad por el retraso. No me importa. Sonrío. El muro está acabado, y acabo de encontrar un sobre que Gríma había olvidado entregar. Es un pedido que nunca llegó a hacerse, de un camión de ladrillos nuevos y 300 sacos de cemento, para toda la obra. Uso su propia fotocopiadora para sacar 3 copias: una para el Señó Arquitesto, otra para mi jefe y otra para Gríma. Con una dedicatoria: "Me importa un rábano que ustedes no escuchen".

Últimamente, siempre que oigo esas palabras "Ya era hora de que alguien contara la otra versión", significa que la persona que las pronuncia sólo ha oído una de las dos versiones. Con la gente se puede razonar, pero es difícil sortear a los "Gríma" de este mundo. Habrá que ir poco a poco.

sábado, 19 de marzo de 2005

De traiciones y pitufos


Tengo un recuerdo un poco estúpido, grabado desde que era pequeño. Estúpido por la temática, quiero decir, pero dramático para mí, al fin y al cabo, porque fue entonces cuando descubrí lo que era la traición.

Supongo que todos recordaréis a Los Pitufos. Eran esos hombrecillos azules, tan pequeños como los liliputienses (los hobbits somos gigantes a su lado), con una colita que les asomaba de sus pantalones (por detrás XD), y con un sombrerito del mismo color que los pantalones. Había 100 pitufos "normales" de blanco y un pitufo "jefe", el Gran Pitufo (en los dibujos animados le llamaban "Papá Pitufo"), que vestía de rojo y tenía barba. Era el consejero, al que todos acudían, pues era sabio y prudente. Los dibujos animados no estaban mal, pero el comic era bastante bueno para la época, y aún los recuerdo con cariño.

Metiéndose en la moda, apareció un tal "Padre Abraham", que cantaba canciones (sin tener ni puta idea de cantar) con cuatro pitufos-marioneta. De pequeño, escuchaba aquellas canciones y me las aprendía de memoria sin esfuerzo (que levante la mano el que no se sepa las canciones de Heidi, Marco, Comando-G o los Fraguel, por poner ejemplos). Hubo una canción que me emocionaba, muy triste, que empezaba así: "Padre Abraham, queremos pedirle por favor..."

Y lo que le pedían era que fuera claro con ellos, que fuera sincero. Ellos decían que le querían y que no querían que les abandonara, pero que si alguna vez se cansaba de ellos, que se lo dijera. Ellos decían que lo comprenderían. Me sorprende descubrir hoy tal sinceridad en una canción para niños: ¡Eso es hablar claro! Y el Padre Abraham, en la canción, contestaba: "No, mis Pitufos, no tenéis que temer, pues yo a vosotros jamás os dejaré". Yo le creí.

Dos años y varios discos más tarde, el Padre Abraham presentaba a otros mierdas de bichos-marioneta de los que ya no recuerdo ni el nombre. Los pitufos habían muerto para él. Cuando lo vi por la tele, recuerdo que pensé algo que hoy traduciría por "Maldito traidor, ahí te mueras y ardas en el puto infierno". Pero como era pequeño, supongo que todo sonaría más suave, y posiblemente haría de esta historia algo más ridículo aún.

Desde entonces, he visto muchas traiciones semejantes. Las he sufrido por parte de la familia, de los amigos, y también en La Comarca, y a nivel nacional y mundial. No estoy hablando de decepciones. Sé que yo habré decepcionado a mucha gente por dejadez o abandono, y mucha gente me ha decepcionado a mí por igual. Eso es ley de vida, y los hobbits, elfos, enanos y humanos estamos condenados a decepcionarnos continuamente. Pero hoy no estoy hablando de decepciones, sino de traiciones.

La traición es un acto consciente, y que abarca mucho más que un engaño a alguien o algo que confiaba en tí. Una traición empieza por uno mismo. Cuando uno dice algo debe ser consecuente, y si cambia de opinión, debe hacerlo de forma coherente. Esto es así en La Comarca y en la Aldea Pitufa. En el País de la Piruleta, supongo que diría Homer... Cómo me gustaría vivir en el País de la Piruleta...

Pero no es así en el mundo real. Después de la traición del Padre Abraham he visto otras muchas. He visto presidentes y reyes que traicionaban a su propio país (y viceversa), hijos que traicionaban a sus padres (y viceversa), hombres que traicionaban a mujeres (y también viceversa, y tambien entre hombres y mujeres que fueran pareja), y amigos que traicionaban a amigos... Y he sufrido estas traiciones también.

Hoy he visto a uno de mis amigos cantando con otros bichos-marioneta. Uno de esos amigos que dijo hace tiempo "no, hobbit, no tienes que temer, pues yo a vosotros jamás os dejaré". Bichos-marioneta cuya historia no quiero saber, aunque ellos ya estén intentando contármelo y restregármelo por las narices.

No sé si quien esté leyendo esto se habrá sentido igual alguna vez. Sé que la historia del Padre Abraham y los Pitufos suena ridícula, y espero que haya servido para quitar dramatismo a esta historia. Pues no es más que una historia de una traición como tantas otras. Las traiciones se ven fácilmente desde fuera, y se sufren desde dentro. Si alguna vez te has sentido traicionado, y no has tenido a un "Gran Pitufo" (o "Papá Pitufo", si lo prefieres) que te haya apoyado, lo siento, y lo comprendo.

Al menos, espero que jamás yo sea el traidor. No sé qué puede cambiar en la mente de alguien, qué mentiras (propias o ajenas) llevan a la gente a cometer esa atrocidad contra sí mismo y contra lo que defendían. No hay nada peor que ayudar a destruir aquello que amabas, y sin embargo, a diario vemos gente que se vuelve contra la que en otro tiempo fue una razón más para vivir, tanto para el traidor como para el traicionado.

A todos los Padres Abraham del mundo: Malditos seáis. Que la vida os devuelva el doble de lo que habéis dado a los demás, pues no merecéis menos.

jueves, 10 de marzo de 2005

Un año de gritos y de silencio

Hace un año, recuerdo que estábamos en plena campaña electoral. Un coñazo, incluso para los que nos llamamos "indecisos". Confieso no tener ninguna preferencia política: Me da lo mismo como ideología el conservadurismo de los Sacovilla, o el liberalismo de los Tuk. Suelo escuchar lo que unos y otros dicen, e intento adivinar qué parte será real y qué parte de su discurso es una mentira más grande que las de Sauron. Sólo acierto en las mentiras, curiosamente... ¿Por qué será?

Hace más de un año, las fuerzas de Sauron decidieron invadir una zona del Lejano Harad. A mí, teóricamente, no debería importarme. Soy un Hobbit de La Comarca. Pero ¿qué pasaría si Sauron decidiera que los Hobbits somos peligrosos, y nos invadiera? La misma lógica tendría. Y me temo que algunos Gondorianos, o tal vez algunos Rohirrim, o Elfos del Bosque, decidieran apoyarle. Nuestro alcalde decidió enviar a unos cuantos hobbits para ayudar a Sauron, algo que jamás entendí. Teóricamente, los hobbits somos gente sensata y pacífica, pero a veces nos toca un alcalde gilipollas.

Hace un año, quedaban algunos lugares en esta Tierra Media que se podían visitar con placer. Yo solía entrar en una taberna muy ordenada, muy limpia y con un ambiente magnífico. La decoración no era de mi gusto (todas las paredes pintadas de naranja y gris), pero le hacían sentirse bien a uno, cuando estaba allí. Fui testigo de una o dos peleas, pero los alborotadores siempre terminaban dando voces en la calle. Algunos les escuchan aún hoy, pero suele ser gente que no sabe beber, no sabe divertirse, y le jode que los demás lo hagamos, respetando los deseos del dueño. Algunos creen que, porque la puerta esté abierta, puedes poner los pies sobre la mesa, no tienes que dar las gracias cuando te sirven una cerveza, o tienes derecho a gritarle a los demás. Curiosamente, esa gente es mucho más intolerante en su casa (y lo he comprobado, muchas veces), aunque allí es donde realmente no se puede decir nada.

Hace un año, todo cambió, para muchos de nosotros. Hace un año, unos Haradrim se escaparon de su tierra. Recorrieron una distancia increíble, buscando un lugar llamado "La Comarca". Y la encontraron. Y se vengaron de nuestro apoyo. No es que los hobbits que fueron a la guerra de Sauron mataran muchos Haradrim (creo que ninguno, y de hecho, incluso murieron algunos de esos hobbits), pero el apoyo dado por un pueblo tan sencillo como el nuestro, aportó (a ojos de parte de las gentes de la Tierra Media) algo de "falsa legitimidad" a esta nueva acción de Sauron. Y ahora sufrimos nosotros su venganza. Sauron también había sufrido la suya, pero eso no lo detuvo. Y aún hoy, no lo ha detenido. Pero nosotros también sufrimos su venganza.

Mañana hará un año, murieron cientos de hobbits. Amigos, familiares, hobbits de fuera, y hobbits de aquí. Y algunas cicatrices nunca cierran del todo.

Pero al menos, nuestro alcalde no fue reelegido. Lo malo es que Sauron sigue ahí, y ahora está cabreado con nuestro nuevo alcalde. Vete a saber si seremos su próximo objetivo, aunque parece que tiene sus ojos puestos en el Cercano Harad. Y dice que sigue siendo amigo de nuestro anterior alcalde. Entre nosotros, nuestro anterior alcalde es un gilipollas que sólo quiere hablar y hablar, y que sólo se escucha a sí mismo. En realidad, Sauron es igual, aunque me temo que al final todos veremos que no es tan idiota como todo el mundo creemos que es. Y mientras tanto, los que sufrimos somos los que estamos callados.

Hace unos días vi que se había quemado el molino de Ted Arenas. No es que le tuviéramos cariño, pero parece que alguien lo odiaba... o nos odiaba a nosotros. Espero que no tenga nada que ver con Sauron ni con el Harad, y que sea sólo un accidente.

Decidí despejarme y dar un paseo hasta la vieja taberna naranja y gris. La encontré cerrada. El cartel que había en la puerta decía simplemente que se había cerrado por exceso de trabajo. Pero empecé a preguntar a los vecinos, y comprobé que había más razones, y que la historia se repite: Quien se queda callado sufre, y los que dan voces, los gilipollas que no quieren más que escucharse a sí mismos, siguen gritando... hasta que el dueño del local se cansa, y cierra. Espero que el dueño esté bien, y que sea feliz. Se lo merece.

Y aquí estoy, tomándome una cerveza en casa para "celebrar" este último año. Hace un año todos éramos más felices, porque la ignorancia da la felicidad. Hoy, yo estoy triste. Triste por los hobbits, por los Haradrim, por el Molino de Ted Arenas, por la posada naranja y gris. Sé que hay otros pueblos que resisten a Sauron, que Ted conseguirá reconstruir su molino y que hay otras posadas abiertas. Pero Sauron es implacable, y los gilipollas siguen dando voces, creyendo que alguien los escucha. Lo malo es que sí hay quienes los escuchan, incluido el dueño de la taberna. Y el dueño de la taberna se puede hartar. Lo peor es que ya nadie reacciona como Don Juan Tenorio:

Cuán gritan esos malditos,
pero mal rayo me parta
si, en acabando la carta,
no pagan caro sus gritos.

Hace un año, lo pagamos quienes no gritábamos. Y seguimos pagándolo. En La Comarca, en la Tierra Media... o en una pequeña taberna. Maldita sea.

In memoriam.