jueves, 21 de julio de 2005

Querido conductor


Recién llegado de mis breves vacaciones, quiero dedicarte a ti, querido conductor de las carreteras de La Comarca, esta reflexión.

A ti, conductor que sabes que conducir y respetar son dos palabras que no tienen nada que ver, quiero dedicarte esta reflexión. Porque tú sabes que conducir significa "esquivar" a los demás coches, mientras aprietas a fondo el pedal del acelerador, mientras pones tu música a toda hostia y sacas un dedo medio cuando alguien intenta decirte lo equivocado que estás, incluso cuando entras en una calle de dirección prohibida.

A ti, conductor, que has hecho de tu coche lo más importante de tu vida. Me alegro de que, por fin, hayas encontrado algo por lo que te merezca la pena vivir. Porque tu vida es una mierda, y los dos lo sabemos, ya que no la respetas. No respetas ni la tuya ni la de quien llevas al lado (cuando llevas a alguien como copiloto, porque la mayoría de las veces estás solo, como siempre has estado), ni mucho menos la de los demás. ¿Te acuerdas? Eras un fracasado, un necio, un pobre hombre, un amargado de la vida. Tu vecino no te pedía ni la sal, y tú ni le devolvías el saludo.

Pero ahora, conductor, tienes un coche. Tuviste un Golf. Ahora tienes un Audi, un Mercedes, o un BMW (o un esperpento víctima del tonting, perdón, tuning). Aunque sigues sin dinero, y has tenido que ampliar una hipoteca que te tiene totalmente ahogado, tú sonríes porque tienes un coche. No importa tu insípida vida. No importa que lo más importante para ti sea llegar antes que los demás. No importa que tu trabajo sea una bazofia: Lo importante es adelantar a todos, porque tú tienes más prisa que nadie, porque tú corres más que nadie. Cuando llegues al trabajo, tal vez durante un segundo, te des cuenta de que has hecho el ridículo, una vez más, "picándote" con ese otro gilipollas al volante, porque lo único que has conseguido es llegar un minuto antes a tu trabajo (lo que no significará que puedas salir antes, ni siquiera ese minuto). Un trabajo que no te gusta ni te satisface, a pesar de que dices que eres el único que trabajas en tu oficina, sacando fotocopias y diciendo que eres arquitecto.

A ti, querido conductor, quiero dedicarte esta reflexión. No espero que reflexiones tú, ni pretendo hacerte cambiar de parecer. Después de mis vacaciones, después de haberte visto por las carreteras presumiendo de esos cuatro hierros con ruedas que son lo mejor que hay en tu vida, sin darte cuenta que no eres nada sin ellos, después de haber vuelto al trabajo y haberte visto de nuevo poniéndonos en peligro al colarte a toda hostia en la entrada del puente del Brandivino, después de ver cómo eres... quiero decirte una cosa:

Ojalá te mates. Ojalá mueras en la carretera, tú solo, sin nadie más implicado. Y ojalá no mueras instantáneamente. Espero que agonices un rato, y espero que te des cuenta que esto que estoy diciendo lo hago porque sé que tú no respetas mi vida, y que por tanto yo no respeto la tuya. Sé que estoy siendo cruel, pero no lo soy menos que tú. Yo lo digo, pero tú lo haces realidad a diario. No debería desearte ningún mal, pero no quiero ser cínico. Lo que quiero es poder salir a las carreteras y estar tranquilo, pero por tu maldita culpa no puede ser. Si la única forma que hay de estar tranquilo en las carreteras es que te mates, pues eso es lo que deseo. Y si hay otra solución, creo que tampoco está en mi mano, aunque tal vez sí lo está en la tuya. Y eso me jode, porque ni siquiera te lo vas a plantear.

Así pues, si no te vas a plantear el cambiar de actitud, si vas a seguir jugándote tu vida y la mía, quiero que lo sepas: Cuando estés en la cuneta, agonizando con esos hierros que tanto amas convertidos en tu trampa mortal, lamentaré la pérdida de una vida humana por lo que pudo ser, pero me alegraré por todas las vidas que se salvarán, ya que habrá un gilipollas menos al volante.

Y hoy espero encontrarme con toda esa gente que te ha sobrevivido. Y espero que no haya nadie a quien no vuelva a ver, o de quien no vuelva a saber, por culpa tuya. Porque hay gente cuya vida merece más la pena que la tuya, querido conductor. Porque hay gente que valora más la vida que tú, y la disfruta más.

A ti, querido conductor.

lunes, 18 de julio de 2005

Crímenes en nuestro tiempo


Música: Isengard Unleashed, de Howard Shore. Si tenéis la oportunidad, escuchadla ahora.

    Llegó la tarde y el sol que descendía en el oeste hacia las montañas lanzó unos largos rayos amarillos entre las grietas y fisuras de las nubes. De pronto cayeron en la cuenta de que todo estaba muy tranquilo; el bosque entero esperaba en un atento silencio. Por supuesto, las voces de los Ents habían callado. ¿Qué significaba esto? Bregalad, erguido y tenso, miraba al norte hacia el Valle Emboscado.

Tala de árboles en el Paseo de Rosa Coto, en Hobbiton. Ayer, docenas de vecinos del barrio intentaron protestar, defender a los árboles que han crecido durante treinta años. Pero estos árboles estaban condenados, como si estuvieran en el mundo de la "Fuga de Logan" en versión arborícola. Lo más terrible de todo, como siempre, el factor humano y la manipulación de TeleHobbiton: Los vecinos aparecen como unos locos enajenados, gritando, peleando con la policía, y sin declarar nada a la cámara (claro, seguro que ninguno de ellos tenía nada que decir, ¿verdad?). Y mientras, el jefecillo de la "obra" (yo creía que "obra" era sinónimo de construcción, no de destrucción) aparece trajeado, muy serio y convencido, diciendo que el barrio se quedará mejor incluso que como estaba, con los mismos árboles. Pero esos árboles no están siendo trasplantados: Están siendo talados, asesinados. Así que se plantarán nuevos árboles, ¿verdad? Eeeeh, Ciñatiesa. ¡Aaah!

¿Cuánto tiempo hace falta para que crezca un árbol? ¿Lo vas a ver tú, jefecillo que sale en la tele, todo replantado y crecidito? ¿O vas a ver un maldito desierto de asfalto con arbustos hasta que tengas 80 años? ¿Eres tan tonto que te has creído tu propia mentira, o tan iluso que se la has creído a quienes te "guían"? Yo te diré lo que has hecho: Has dejado el barrio sin árboles, sin sombra, para los próximos 20 años. Eso es lo que has hecho.

"Los árboles están enfermos", se llegó a decir como excusa. No, los que están enfermos son quienes han ordenado matarlos. Y enfermos crecerán los niños que jugarán al sol, viendo esos tristes arbustos enanos que crecen demasiado despacio en este mundo alocado.

    En seguida y con un estruendo llegó un grito resonante: ¡Rahumrah! Los árboles se estremecieron y se inclinaron como si los hubiera atacado un huracán. Hubo otra pausa y luego se oyó una música de marcha, como de solemnes tambores, y por encima de los redobles y los golpes se elevaron unas voces que cantaban altas y fuertes.
    Venimos, venimos, con un redoble de tambor: ¡ta-runda runda runda rom!
    Los Ents venían y el canto se elevaba cada vez más cerca y más sonoro.
    Venimos, venimos con cuernos y tambores: ¡ta-rûna rûna rûna rom!

Incendio en la Cuaderna del Este. 11 muertos, dicen las noticias, y 13.000 hectáreas de bosque arrasado. ¿Por qué los árboles se miden por hectáreas? ¿Por qué no se dice "11 metros cuadrados de personas y 13.000 hectáreas de árboles murieron a causa del incendio"? Nos matamos y los matamos por nuestra propia imbecilidad, nuestro estúpido orgullo.

"Tranquilos, yo sé hacer fuego, y todos comeremos carne a la brasa", y posiblemente mientras dice esto, mira a su alrededor, y no ve vida, sólo leña. Ingoramos la cantidad de vida que nos rodea, porque sólo nos importa nuestra propia vida. ¿Por qué, si no, íbamos a conducir como lo hacemos, enfrentarnos entre nosotros como lo hacemos, invadir como lo hacemos? Si no nos preocupa la vida de los demás, ¿cómo vamos a prestar alguna atención a la vida de un árbol? Si sólo nos preocupa nuestra propia vida, no nos importará mentir para salvarla, por muchos crímenes que hayamos cometido, ¿verdad?

    Bregalad, los ojos brillantes, se metió de un salto en la fila junto a Bárbol. El viejo Ent tomó de vuelta a los hobbits y se los puso otra vez sobre los hombros y así ellos cabalgaron orgullosos a la cabeza de la compañía que iba cantando, el corazón palpitante y la frente bien alta. Aunque habían esperado que algo ocurriera al fin, el cambio que se había operado en los Ents les parecía sorprendente, como si ahora se hubiese soltado una avenida de agua, que un dique había contenido mucho tiempo.

Incendios por todas partes, en La Comarca. Un lugar en el que se decía que una ardilla podía recorrerlo sin bajarse de los árboles. Un lugar en el que siempre nos hemos sentido orgullosos de tener abundantes y ricos bosques. Y sigue sin aprobarse una ley que dé sentido común a quienes necesitan de leyes (porque carecen de sentido común). Una ley que impida construir casas donde ha habido un incendio. Una ley que obligue al hombre a reforestar lo que ha destruido.

Cicatrices en los Bosques de Valinor, por una carretera que no ha servido para nada más que para asesinar árboles y personas, y que no lleva a ninguna parte. Más cerca, en La Comarca, se habla de "pirómanos", como si fueran personas enfermas a las que hay que intentar curar y tener compasión. ¿Seguro que son personas enfermas, o son mercenarios a sueldo contratados para matar árboles y así permitir a inmobiliarias y constructoras disponer de más terreno para llenarlo todo de ladrillos y cemento? ¿Qué otra razón puede haber para que esas personas no estén recibiendo la presunta ayuda que debe recibir una persona enferma?

    Pippin miró hacia atrás. El número de los Ents había crecido... ¿o qué ocurría ahora? Donde se extendían las faldas desnudas y oscuras que acababan de cruzar, creyó ver montes de árboles. ¡Pero estaban moviéndose! ¿Era posible que el bosque entero de Fangorn hubiese despertado y que ahora marchase por encima de las colinas hacia la guerra? Se frotó los ojos preguntándose si no lo habrían engañado el sueño o las sombras; pero las grandes formas grises continuaban avanzando firmemente.

A veces espero que los sueños se hagan realidad. A veces espero que nuestros propios sueños nos den una lección. Yo comparto este sueño con quien supo escribirlo. Para mí, matar un árbol también es un crimen, y la eliminación de un bosque, un suicidio (nuestro suicidio).

    ¡A Isengard! Aunque Isengard esté clausurado con puertas de piedra;
    Aunque Isengard sea fuerte y dura, fría como la piedra y desnuda como el hueso.
    Partimos, partimos, partimos a la guerra, a romper la piedra y derribar la puerta;
    pues el tronco y la rama están ardiendo ahora, el horno ruge; ¡partimos a la guerra!
    Al país de las tinieblas con paso de destino, con redoble de tambor, marchamos, marchamos.
    ¡A Isengard marchamos con el destino!
    ¡Marchamos con el destino, con el destino marchamos!

Sólo espero que se cumpla el sueño. Nos lo merecemos.

jueves, 14 de julio de 2005

Fama y éxito


No hace mucho, leía una entrevista a Mark Knopfler, en la que decía lo siguiente:

"Hoy en día hay mucha gente que acude a la televisión en busca de fama, y parece que el único objetivo de los jóvenes es hacerse famosos. Mucha gente confunde la fama con el éxito. El éxito se lo recomiendo a todo el mundo, pero la fama se convierte en un subproducto del éxito."

Por supuesto, Mark Knopfler se refería al mundo de la música, que recientemente está siendo víctima de esta confusión entre fama y éxito que nos inunda en tantos y tantos aspectos y materias.

No voy a cuestionar a Mark Knopfler (pues tiene más razón que un Gandalf), pero sí querría aclarar que, según lo veo yo, el éxito es algo positivo, como una bombilla que se puede encender o apagar, mientras que la fama es una moneda con dos caras. Una bombilla encendida da luz y está bien. Pero si está apagada, no está mal. Uno puede echar de menos su luz, pero nunca es algo malo. A veces hay que cambiar de bombilla, pero uno siempre tendrá (si así lo quiere) el recuerdo de esa luz que a uno le alegró el corazón en su momento.

La moneda de la fama es fácil de conseguir, incluso sin la bombilla del éxito. Quien quiere tener fama sin éxito, tirará su moneda y gritará "¡ha salido cara!" continuamente, aunque salga cruz casi siempre (posiblemente porque, cegado al no tener luz, no ve si realmente ha salido cara o cruz).

Al igual que toda bombilla cuesta una moneda, todo el que tiene éxito ha de contar con su propia fama. Y la fama siempre es buena y mala a la vez. Cuando consigues encender tu moneda, tu entorno te obliga a lanzar tu moneda una y otra vez. Y aunque casi siempre salga cara, tarde o temprano sale una cruz. Convencerse del propio éxito es difícil, pero más difícil aún es aprender a prescindir de esa maldita moneda.

Confieso que he omitido el final de la declaración de Mark Knopfler, pero sólo era para continuar esta pequeña gualtrapería con otra reflexión. Concluía Knopfler en este comentario con lo siguiente:

"Frente a eso siempre quedará gente muy creativa que llegue al fondo de las raíces musicales."

Creatividad, fama y éxito son tres conceptos muy unidos, pero también muy reñidos. Me maravillo de quienes, convencidos de su éxito, dejan de lado la efímera fama, y se centran en su creatividad, que es la energía que enciende su bombilla. Hoy he visto en una web que visito a diario (por eso la tengo en mis enlaces de Más Allá de La Comarca) que duda de su éxito, pues la moneda de la fama está devolviéndoles algunas cruces. Me gustaría decirles desde mi humilde agujero hobbit que se olviden de esa moneda azarosa.

La creatividad de la que han hecho gala ha encendido su bombilla. Procurad que no se apague, y aprended a distinguir las opiniones de verdad de los simples lanzamientos de una moneda. Pues hay opiniones que sólo se deben a eso, al azar, y se repiten invariablemente. Pues algunas caras y algunas cruces se deben a quienes carecen de creatividad, y quieren ayudarse de tu bombilla para encontrar en la oscuridad su propia moneda, sin darse cuenta de que eso es lo que menos importa.

Con los mejores deseos de un hobbit.