sábado, 19 de marzo de 2005

De traiciones y pitufos


Tengo un recuerdo un poco estúpido, grabado desde que era pequeño. Estúpido por la temática, quiero decir, pero dramático para mí, al fin y al cabo, porque fue entonces cuando descubrí lo que era la traición.

Supongo que todos recordaréis a Los Pitufos. Eran esos hombrecillos azules, tan pequeños como los liliputienses (los hobbits somos gigantes a su lado), con una colita que les asomaba de sus pantalones (por detrás XD), y con un sombrerito del mismo color que los pantalones. Había 100 pitufos "normales" de blanco y un pitufo "jefe", el Gran Pitufo (en los dibujos animados le llamaban "Papá Pitufo"), que vestía de rojo y tenía barba. Era el consejero, al que todos acudían, pues era sabio y prudente. Los dibujos animados no estaban mal, pero el comic era bastante bueno para la época, y aún los recuerdo con cariño.

Metiéndose en la moda, apareció un tal "Padre Abraham", que cantaba canciones (sin tener ni puta idea de cantar) con cuatro pitufos-marioneta. De pequeño, escuchaba aquellas canciones y me las aprendía de memoria sin esfuerzo (que levante la mano el que no se sepa las canciones de Heidi, Marco, Comando-G o los Fraguel, por poner ejemplos). Hubo una canción que me emocionaba, muy triste, que empezaba así: "Padre Abraham, queremos pedirle por favor..."

Y lo que le pedían era que fuera claro con ellos, que fuera sincero. Ellos decían que le querían y que no querían que les abandonara, pero que si alguna vez se cansaba de ellos, que se lo dijera. Ellos decían que lo comprenderían. Me sorprende descubrir hoy tal sinceridad en una canción para niños: ¡Eso es hablar claro! Y el Padre Abraham, en la canción, contestaba: "No, mis Pitufos, no tenéis que temer, pues yo a vosotros jamás os dejaré". Yo le creí.

Dos años y varios discos más tarde, el Padre Abraham presentaba a otros mierdas de bichos-marioneta de los que ya no recuerdo ni el nombre. Los pitufos habían muerto para él. Cuando lo vi por la tele, recuerdo que pensé algo que hoy traduciría por "Maldito traidor, ahí te mueras y ardas en el puto infierno". Pero como era pequeño, supongo que todo sonaría más suave, y posiblemente haría de esta historia algo más ridículo aún.

Desde entonces, he visto muchas traiciones semejantes. Las he sufrido por parte de la familia, de los amigos, y también en La Comarca, y a nivel nacional y mundial. No estoy hablando de decepciones. Sé que yo habré decepcionado a mucha gente por dejadez o abandono, y mucha gente me ha decepcionado a mí por igual. Eso es ley de vida, y los hobbits, elfos, enanos y humanos estamos condenados a decepcionarnos continuamente. Pero hoy no estoy hablando de decepciones, sino de traiciones.

La traición es un acto consciente, y que abarca mucho más que un engaño a alguien o algo que confiaba en tí. Una traición empieza por uno mismo. Cuando uno dice algo debe ser consecuente, y si cambia de opinión, debe hacerlo de forma coherente. Esto es así en La Comarca y en la Aldea Pitufa. En el País de la Piruleta, supongo que diría Homer... Cómo me gustaría vivir en el País de la Piruleta...

Pero no es así en el mundo real. Después de la traición del Padre Abraham he visto otras muchas. He visto presidentes y reyes que traicionaban a su propio país (y viceversa), hijos que traicionaban a sus padres (y viceversa), hombres que traicionaban a mujeres (y también viceversa, y tambien entre hombres y mujeres que fueran pareja), y amigos que traicionaban a amigos... Y he sufrido estas traiciones también.

Hoy he visto a uno de mis amigos cantando con otros bichos-marioneta. Uno de esos amigos que dijo hace tiempo "no, hobbit, no tienes que temer, pues yo a vosotros jamás os dejaré". Bichos-marioneta cuya historia no quiero saber, aunque ellos ya estén intentando contármelo y restregármelo por las narices.

No sé si quien esté leyendo esto se habrá sentido igual alguna vez. Sé que la historia del Padre Abraham y los Pitufos suena ridícula, y espero que haya servido para quitar dramatismo a esta historia. Pues no es más que una historia de una traición como tantas otras. Las traiciones se ven fácilmente desde fuera, y se sufren desde dentro. Si alguna vez te has sentido traicionado, y no has tenido a un "Gran Pitufo" (o "Papá Pitufo", si lo prefieres) que te haya apoyado, lo siento, y lo comprendo.

Al menos, espero que jamás yo sea el traidor. No sé qué puede cambiar en la mente de alguien, qué mentiras (propias o ajenas) llevan a la gente a cometer esa atrocidad contra sí mismo y contra lo que defendían. No hay nada peor que ayudar a destruir aquello que amabas, y sin embargo, a diario vemos gente que se vuelve contra la que en otro tiempo fue una razón más para vivir, tanto para el traidor como para el traicionado.

A todos los Padres Abraham del mundo: Malditos seáis. Que la vida os devuelva el doble de lo que habéis dado a los demás, pues no merecéis menos.

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