lunes, 24 de noviembre de 2014

Prometo estarte agradecido

"Prometo estarte agradecido", cantaba y canta aún el viejo Rosendo. Me resulta increíble tener que escuchar esto en una canción y no a diario, pero así es.

Hace algunos días, un colega del trabajo me comentó que estaba pensando regalarle algo a su mujer. Como tengo por costumbre, me ofrecí a ayudarle, pues sabía que mi Elfa podría conseguirle un descuento bastante espectacular con algo de trabajo. Lo hablé con ella y lo hicimos. Para que os hagáis una idea, le ahorramos 100 euros así, porque sí. Y en esto que me dice mi Elfa: "Oye, Gualtrapa, ¿por qué estamos haciendo esto? Nadie hace estas cosas por nosotros". Y me dejó pensando. ¿Por qué hacemos esto, realmente?

Los dos sabemos que no es cierto que nadie haga eso por nosotros. Hay mucha gente que nos ha ayudado mucho, muchísimo. Dios, hay gente que literalmente nos ha salvado la vida y la cordura con una despreocupación y un "por vosotros, lo que sea" que nunca seremos capaces de agradecer. Hace algunos años, tuvimos una serie de problemas tan brutales que, al menos al que esto escribe, le hizo plantearse algunas "soluciones" demasiado definitivas (sí, eso que estáis pensando); pero vinieron un par de amigos y, sin preguntarnos nada, nos dijeron: "lo que haga falta". Esas cosas te marcan mucho, y realmente te enseñan el valor de las personas que tienes a tu lado (aunque vivan a miles de kilómetros). A mí, desde luego, me podrán decir misa, pero cualquiera de esas personas sabe perfectamente que si un día necesitan que baje al puto infierno, me parta la cara con Lucifer para robarle la llave y sacarles de allí, no tienen más que decirlo y allí estaré. Vamos, es que casi no tienen ni que decirlo: les basta con pensarlo para que demuestre que Dante era un mierda.

Pero por otro lado, hay otro tipo de gente con la que uno se relaciona (sean amigos de toda la vida, amigos temporales, conocidos o simplemente contactos ocasionales) que tienen esa asombrosa facilidad para pedir favores sin que te des cuenta. Y lo peor es cuando te das cuenta. Porque de pronto te encuentras con que tienes en tu casa el ordenador de alguien porque te ha pedido que se lo arregles, y no has podido negarte, y ese alguien te llama cada dos horas aunque sepa que estás currando para saber si ya has terminado. O que estás recorriéndote todo el centro de Hobbiton buscando una camiseta concreta de una marca concreta y de un color concreto, porque un amigo se lo quiere regalar a otro, y eres tú el que se está recorriendo doscientas tiendas mientras el que quiere hacer el regalo te da instrucciones desde su casa, o desde un bar donde se está tomando algo. O que te haces 100 km para ir a buscar el coche que habías prestado, y te encuentras con que, lo primero que tienes que hacer, es ir a echarle gasolina.

Creo que ya os haréis una idea. Afortunada o lamentablemente, soy de esas personas que me siento bien cuando hago un favor a los demás. Me gusta ayudar, porque me siento bien, y también porque me gusta que luego me ayuden cuando yo necesito algo y me gusta pensar que todos somos generosos por naturaleza. Y me he juntado con una que es igual que yo. Nos gusta, sí. No siempre, vale, pero normalmente no tienes más que darme un toque para tenerme toda la tarde si hace falta haciendo lo que sea que necesites. Y lo haré de mil amores. Eso no va a cambiar, y no quiero cambiarlo, porque me hace sentir bien. Eso puede responder a uno de los enfoques de la pregunta que me hacía mi Elfa: ¿Por qué lo hacemos? Porque somos así. Punto.

Pero (y siempre tiene que haber un "pero", si no, no habría entrada en el blog), ¿qué pasa después? ¿Cómo reacciona la persona a la que has hecho un favor? Hay gente desagradecida, gilipollas (no demasiados, afortunadamente), que encima después de hacerle el favor te pone a caer de un burro, ya sea a la cara o en cuanto te das la vuelta. Hoy hemos hablado de un par de ellos, pero el mejor ejemplo que tenemos reciente son un par de ex-amigos, a los que ayudamos a encontrar trabajo, a quienes estábamos llevando a su hija todos los días al colegio y todo eran sonrisas y alabanzas, pero que cuando les dijimos que ya no podíamos, porque mi Elfa empezaba a trabajar, nos retiraron la palabra con un "cómo podéis hacernos esto" y empezaron a ponernos a parir. De éstos hay que huir como de la peste. Aceptad un consejo: si alguien os trata así después de hacerles un favor, borradles del Facebook, del twitter, del email, del whatsapp, del cuaderno y de vuestra vida. Olvidadles y seréis mucho más felices. Y si algún día vuelven y os preguntan por qué, no os molestéis ni en contestarles. Más que nada, porque encontrarán la manera de darle la vuelta y haceros sentir culpables, mientras siguen poniéndoos a caldo con quien menos os esperéis.

Hay otro tipo de gente, tampoco muchos, que saben agradecerte lo que haces por ellos. No llevándote una caja de bombones para compensar (eso entra en la tercera categoría de gente), sino yendo a visitarte cuando estás en el hospital, llamándote para ofrecerse a ayudar en tu última mudanza, o preguntándote realmente qué te pasa cuando te ven mala cara, hasta que consiguen que les cuentes por qué, y entonces cogiéndote de la mano y sacándote de Mordor. Ya he hablado de éstos antes. Conservadlos, cuidadles, queredles, pues es este tipo de gente la que marcará una diferencia positiva en tu vida. Son especímenes raros, en vías de extinción, y se merecen todo el cariño y respeto.

Y luego está la mayoría, que te da las gracias mil millones de veces, se deshace en halagos y se llevan su camiseta o su libro tan contentos para casa. Y ahí termina todo. Al menos, no te pondrán a parir, eso es cierto, pero tampoco puedes esperar que busquen cómo ayudarte si alguna vez tú lo necesitas. Seguramente con otra gente sean mucho más generosos, pero no contigo. Y sí, si alguna vez les pides un favor, seguramente lo hagan si no les supone mucho esfuerzo, o te darán una razón perfectamente válida por la que no pueden ayudarte "esta vez". Pero antes de que te des cuenta, serás tú el que estás de nuevo corriendo a buscar algo que se les ha perdido. No son tóxicos, tampoco beneficiosos. Simplemente, son. Así es la mayoría y hay que aceptarlo como tal.

Y aquí estamos de nuevo, replanteando la pregunta original: ¿Por qué lo hacemos? ¿Qué buscamos con ello? En realidad, no es que busquemos compensación por lo que estamos haciendo. Al menos por mi parte, la satisfacción ya es suficiente recompensa. Pero si hacemos estas cosas de forma casi irracional, es por la simple razón de que esperas encontrarte con alguien que sepa cómo agradecértelo si alguna vez llega el caso. O mejor aún, que no sepa cómo, y entonces se esfuerce mil millones de veces por echarte un cable. Ahí es cuando te darás cuenta de que has encontrado a alguien que merece la pena conservar. Tengo una amiga, muy madre ella, que dice que no está educando a sus hijos a dar las gracias, sino a ser agradecidos. Es imposible ser agradecido con todo el mundo, y es imposible pretender que todo el mundo lo sea contigo, pero si hay que caer 100 veces a cambio de un simple "gracias", e incluso aguantar a algún que otro gilipollas en un "un poco tarde, ¿no?", realmente merece la pena cuando encuentras a alguien que querrás conservar para siempre.

Es curioso que los norteamericanos, con todo lo que ellos son, tengan un día especial al año que llaman "Thanksgiving", y que en hobbítico se traduce de forma mucho-más-mejor-dónde-va-a-parar por "Acción de Gracias". ¿Por qué es mejor así? Porque el espíritu de ese día no es (o no debería ser) el simple "dar las gracias", sino tomar una acción para ello, para agradecer (bueno, vale, y ponerse gocho a comer pavo, marisco o lo que se ponga por delante, también, que uno sigue siendo hobbit). Este año, Thanksgiving cae justo el día después de la muerte de la persona que me educó para ser como soy. Y lamento no poder agradecérselo este año, como los doce anteriores, así que hago lo posible por no olvidarme de lo que hizo por mí y de lo que me enseñó. Gracias, mamá. Gracias por todo.

Y a vosotros, no esperéis como los americanos a que llegue el Thanksgiving ese, y buscad cómo agradecer a quien os ha hecho bien. Que hay que deciros todo, corcho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario