miércoles, 9 de octubre de 2013

Bree

Lo sé, lo sé. Hace mucho que no escribo nada. Demasiado. Pero tengo una buena excusa: ya no estoy en Hobbiton. Así como lo leéis. ¿Y eso? ¿Qué ha pasado? os preguntaréis (y si no, pues me da igual, os lo voy a contar, que por algo lo estáis leyendo, ¿verdad?). Pues permitidme que me remonte un poquito atrás en el tiempo y el espacio.

Hace dos años y pico, mi vida era pura desesperación. Los orcos para los que trabajaba dejaron de pagarme, cosa que pasó en cientos de empresas en todo Hobbiton según he sabido después. Triste consuelo de tontos será, pero a mí no me consolaba entonces y no me consuela ahora. Volver a mi agujero-hobbit día tras día, después de trabajar como un padefo (reconvertido después, creedme) era... no puedo explicarlo con palabras. Sólo puedo contaros lo que ocurría: llorábamos. Mi mujer y yo no parábamos de llorar. Todo era injusto. Menos mal que ella tenía trabajo. Así nos manteníamos, pero nos endeudamos hasta arriba. La panda de prestamistas que aún dirigen el cotarro nos ofrecieron tarjetas de crédito, y las usamos hasta que casi no concebíamos comprar nada sin ellas. Y llegó un momento en que no teníamos nada. La ayuda de la familia y algunos amigos fue lo único que nos salvó.

Entonces, cuando ya no podíamos más, yo conseguí un buen trabajo. Un trabajo magnífico, si se me permite. ¿La suerte de un Hobbit? Puede ser. Trabajé como un bestia, me pagaban bien, y en apenas año y medio limpiamos nuestras deudas. Pero entonces fue mi Elfa la que se quedó sin trabajo. Ella empezó a buscar trabajo como tantos otros en Hobbiton. Creedme: está sobrecualificada para casi cualquier trabajo. Y no encontró nada. Ni siquiera la llamaban. Y antes de que la cosa se complicase mucho (pues necesitábamos de dos trabajos para pagar la hipoteca y sobrevivir) tomamos una decisión: nos juramos que no nos volvería a pasar lo mismo que nos había ocurrido antes.

Y fue entonces cuando me propusieron ir a trabajar a Bree. Hay una empresa con sede allende el Belegaer que tiene una "sucursal" en Bree que me ofreció el trabajo soñado. Y parece que en Bree, aunque tuvieron también su ración de crisis, ya están saliendo del hoyo en el que otros nos metieron. Así que vimos la oportunidad y la aprovechamos.

Esa es la razón por la que no he escrito en casi un año (entre unas cosas y otras). Ya llevamos aquí un buen tiempo, y lo cierto es que Bree nos gusta. Estamos bastante solos, y el tiempo no es tan bueno como en Hobbiton, pero aún así en una próxima entrada espero contaros por qué no tenemos ninguna gana de volver. Mi Elfa aún no ha encontrado trabajo, pero todo se andará. O no, y tendremos que liar el petate e irnos a otro lado. Pero hay algo que tenemos claro: No volveremos a pasar por lo mismo.

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